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La década de los sesenta no fue fácil para ninguno de los personajes de Watchmen, y en esta quinta entrega del coleccionable vemos cómo termina entonces la aventura de Espectro de Seda y empieza la de Búho Nocturno. Ambos héroes heredaron sus títulos de otros: si en el caso de Laurie Juspeczyk la original era su madre, Sally Jupiter, en el de Dan Dreiberg se trataba de su ídolo de infancia, Hollis Mason. Tanto Sally como Hollis, cuya presencia es decisiva en estas páginas, formaron parte de los Minutemen, el grupo cuyo legado se intenta perpetuar sin éxito en la reunión que debía dar el pistoletazo de salida a los Crimebusters... y que se narra en este mismo volumen desde los distintos puntos de vista de Laurie y Dan, que salieron de ella de modos igualmente dispares. En la situación de Laurie, atraída por el Dr. Manhattan; en la de Dan, forjando su alianza como vigilante con Rorschach.
Culminan aquí la odisea de Laurie y su conversión en Espectro de Seda, pero... ¿qué la hizo abandonar su idílica existencia en San Francisco y ese entorno lleno de afecto para volver con su madre y seguir sus pasos? ¿Y qué llevó a Dan a emular a Búho Nocturno y, más adelante, asociarse con un justiciero tan violento como Rorschach? Todo esto y más, incluso el origen de la chapa del Comediante —crucial en futuras historias—, se relata en este tomo gracias a Darwyn Cooke, Amanda Conner, J. Michael Straczynski y Andy Kubert... entintado por su padre, el mítico Joe Kubert, y por Bill Sienkiewicz.
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